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Contact Form Demo 1 Δ First Name. Ibargüengoitia, Autopsias rápidas , comp. Ibargüengoitia, El Atentado-Los relámpagos… , op. John Beverley, Del Lazarillo al sandinismo. Estudios sobre la función ideológica de la literatura española e hispanoamericana , Minneapolis, Institute for the Study of Ideologies and Litterature, , p.
Las cursivas son mías. Ibargüengoitia, El Atentado-Los relámpagos Contextualización de la obra. Ibargüengoitia había nacido en , el mismo año de un acontecimiento histórico qué él mismo calificaba de fascinante: el asesinato de Álvaro Obregón.
La fascinación de Ibargüengoitia , así como la importancia que tendrá este evento histórico en su obra, merece que se detallen un poco las circunstancias del crimen de marras y sus hondas consecuencias para la vida nacional.
Cuando Obregón es asesinado, venía de ser electo presidente para el periodo … después de haberlo sido durante el periodo Era, pues, el primer presidente surgido de la revolución que se hacía reelegir y ello a pesar de la frescura de los antecedentes anti-reeleccionistas de la contienda.
El contexto era ya de por sí muy conflictivo y confuso, pues el país estaba sumido en una doble guerra civil: por un lado, un conflicto más o menos subyacente que tenía lugar entre los miembros de las diferentes facciones liberales vencedoras de la revolución, quienes —después de haber vencido en a las fuerzas populares, encabezadas por Villa y Zapata—, buscaban constantemente dirimir cuál de entre ellas tomaría el control del joven Estado revolucionario; por el otro, la rebelión cristera, en la que el gobierno revolucionario tuvo que hacer frente a las milicias católicas que, entre y , buscaron revertir por la vía armada la férrea política de laicidad instaurada a partir de la promulgación de la Constitución de En ese contexto, la candidatura y posterior reelección de Obregón no podía sino agitar aún más la vida nacional.
En el interior de las fuerzas revolucionarias, a los enconados debates que condujeron a la reforma constitucional, necesaria para salvaguardar las formas legales, se sucedió la conspiración de Francisco R.
La reacción del régimen fue brutal: traicionados por uno de los suyos, Serrano y su camarilla fueron detenidos y asesinados clandestinamente en el pueblo de Huitzilac; los partidarios que todavía osaron levantarse en armas, o que se adhirieron al levantamiento del otro candidato opositor, Arnulfo R.
Gómez, fueron batidos y fusilados. El solo recuerdo de este episodio aterroriza a Lupe y sus camaradas en Los relámpagos de agosto , cuando los personajes sospechan que Vidal Sánchez les ha tendido un cuatro mientras están en la casa de Valdivia, en Cuernavaca.
Con las muertes de Serrano y Gómez, Obregón terminó la campaña como candidato único y venció en unas disputadísimas elecciones. Al tiempo que afrontaban la revuelta interna, los obregonistas tuvieron que sortear una serie de atentados y actos violentos de parte de los militantes católicos, actos que parecieron culminar cuando se le arrojó una bomba al automóvil de Obregón, en pleno bosque de Chapultepec, mientras el entonces candidato, quien escapó milagrosamente con heridas leves, se dirigía a ver una corrida de toros.
Estos y sus cómplices fueron detenidos, procesados y fusilados. La condena de los terroristas molestó profundamente a los católicos más combativos, quienes proclamaron mártires a los hermanos Pro y no dudaran en ostentar su enconada hostilidad hacia las instituciones revolucionarias y los que las encabezaban.
Después de ganar las elecciones, Obregón fue invitado a comer en un restaurante de San Ángel por los diputados del estado de Guanajuato. Al banquete se presentó un presunto profesor de dibujo, José León Toral, quien se dedicó a dibujar caricaturas de los asistentes.
Cuando se acercó a Obregón, se supone que para mostrarle la caricatura que acababa de hacer de él, lo asesinó a mansalva disparándole en la cabeza. Era el 17 de julio de y Obregón debía tomar posesión el 1º de diciembre.
Las investigaciones y el juicio posteriores concluyeron que Toral, juzgado y fusilado, era un fanático religioso, perteneciente a la Liga y parte de una red de conspiradores católicos.
Sin embargo, los obregonistas terminaron convenciéndose de la existencia de un complot presuntamente encabezado, o por lo menos facilitado, por Calles, quien, al permitir —se decía— que los católicos eliminaran a Obregón, quedaba como la única figura de peso entre los revolucionarios, el último de los caudillos.
En todo caso, obligado en el marco de su discurso a valorar la muerte de Obregón, Calles, nos dice el historiador Álvaro Matute , no desperdició la oportunidad de precisar el camino que el país seguiría en los años posteriores.
Dijo que con Obregón había desaparecido el último de los caudillos de la Revolución. Esto le planteaba al país la necesidad de encauzarse institucionalmente para que no fueran los individuos quienes se convirtieran en piezas claves del poder , sino que los organismos políticos representantes de los distintos grupos revolucionarios debían nombrar por vías democráticas a los que habrían de representarles en el ejercicio del poder.
Su discurso prefiguró la fundación de un partido político formado por los hombres en el poder, tendiente a eliminar el faccionalismo reinante en los años de lucha armada y en los posteriores.
Como sucede en la novela, la ley establecía que, al morir el presidente electo, el secretario de gobernación debía ser nombrado presidente interino, quien tenía la obligación de convocar a nuevas elecciones.
El epílogo de estos acontecimientos lo constituyó una revuelta que estalló el 3 de marzo de , de modo casi simultáneo a la convención que fundó el pnr el 4 de marzo: encabezados por el general José Gonzalo Escobar, quien se había distinguido en la represión de los partidarios de Serrano, una serie de oficiales obregonistas manifestaron en el llamado Plan de Hermosillo su desconocimiento de Portes Gil como presidente de la República y acusaron a Calles de dirigir la vida nacional sin derecho alguno.
Se levantaron en armas un número aproximado de treinta mil hombres. El saldo fue más o menos de dos mil muertos y los gastos en armamentos, destrucción de vías férreas, saqueos, etc. La revuelta escobarista, que habría de ser el último levantamiento militar importante ocurrido en México, fue un movimiento insólito por su patetismo: ideológicamente raquítico, su único objetivo era derrocar a Calles, propósito enterrado bajo una retórica vacua; estratégicamente torpes, sus cabecillas cometieron cualquier cantidad de indiscreciones al intentar atraerse las simpatías de otros militares, muchos de los cuales los denunciaron ante Portes Gil; además, a pesar de ser un movimiento surgido del mismo ejército que había combatido a los cristeros, pero conscientes de su extrema debilidad en efectivos frente a las tropas leales a Portes Gil, intentaron granjearse, sin éxito, a los rebeldes católicos, quienes nunca dejaron de verlos como elementos del ejército federal, por muy disidentes que intentaran parecer, y nunca los tomaron en serio.
Su torpeza y su candor alcanzaban tales extremos que el propio Portes Gil no sabía muy bien a qué atenerse con ellos y no podía creer que, con semejantes errores, aquellos generales quisieran derrocarlo.
Por si las dudas e intentando calarlos, los nombró como jefes de operaciones aquí y allá, confiándoles incluso tropas y bastimentos. Por paradójico que parezca, queriendo poner fin a la influencia de Calles, los escobaristas terminaron así apuntalando el poder del gobierno federal:. El ejército había sido testigo de la fuga de muchos elementos rebeldes.
Física o políticamente habían sido aniquilados nueve generales de división, ocho de brigada y treinta brigadieres. Cincuenta y un diputados federales y cuatro senadores habían perdido su fuero. Sonora, Chihuahua, Durango y Zacatecas habían asistido a un cambio de gobernadores.
De ahí en adelante, las luchas políticas no volverían a dirimirse por las armas, o no fraccionarían al ejército, por lo menos. Se producirían en el terreno señalado por el pnr […]. Parafraseando la didascalia inicial de El atentado , cualquier parecido entre Los relámpagos de agosto y esta brevísima relación histórica no es una mera coincidencia, sino una vergüenza nacional.
Entre ellos encontré las memorias de un general revolucionario que […] estaba convencido de que sus modales refinados y una apariencia distinguida habían sido la causa de la mayoría de sus desgracias.
Allí estaba también el libro del general Juan Gualberto Amaya, para mi gusto el príncipe de los memorialistas de aquella época, que narra cómo, en un pleito —por cuestión religiosa— que tuvo en una tienda de abarrotes, el español le volcó encima una jarra con chiles en vinagre, y como en otra ocasión, cuando iba a librarse una batalla decisiva, movilizó tres regimientos por ferrocarril, en dirección equivocada, obedeciendo a una llamada telefónica que resultó haber sido hecha por el enemigo.
En La tragedia de Huitzilac y mi escapatoria célebre , el licenciado Santamaría narra cómo escapó del fusilamiento gracias a que el soldado que lo custodiaba no lo reconoció cuando se puso el impermeable que llevaba en la mano y cómo después de esto, pasó varios días en Cuernavaca oculto en la casa de un ex zapatista que todas las noches jugaba dominó con un capitán de los federales que lo andaba buscando.
Obregón, por su parte, cuenta en Ocho mil kilómetros en campaña que para no provocar un incidente internacional, en cierta situación peliaguda, decidió dinamitar las defensas que había en la estación de una ciudad fronteriza y que con este objeto llenó de explosivos un carro de ferrocarril que a pesar de varios intentos que hizo no logró hacer llegar a su destino, etcétera.
Los relámpagos de agosto reformula pues eventos tematizados antes en discursos historiográficos o testimoniales distinción borrosa, pues, a menudo o casi siempre, el discurso testimonio surge para dar cuenta de la experiencia de un ser ante la historia de un individuo.
La distingue de la farsa histórica de El atentado la mayor unidad de acción de la que ésta hace gala, concentrada en la conspiración para asesinar al general Ignacio Borges comúnmente visto como advocación de Obregón , antiguo presidente de México en campaña para reelegirse, y el juicio posterior de los asesinos.
Pero ambas obras parten de una visión similar de dos episodios de un mismo proceso histórico. En todo caso, a la hora de valorar la novela es preciso relacionarla también con lo que puede denominarse como el corpus periódico de Ibargüengoitia , [37] sobre todo con los artículos en los que Ibargüengoitia reflexiona sobre acontecimientos históricos contenidos sobre todo en Instrucciones para vivir en México pues la confrontación puede aclarar los objetivos del autor guanajuatense al acercarse a los revolucionarios.
Lo distanciado no son tanto los personajes en sí mismos como la peculiar textualización tejida en torno a ellos que nubla la perspectiva e impide la comprensión. El Ibargüengoitia escritor periódico es consciente de los daños discursivos y críticos que esta visión patriótica cuando no patriotera de la historia implican.
Pues bien, niño, este señor que ves aquí, tocando el claxon del Mustang para que la criada venga a abrirle la puerta, es un humilde revolucionario a quien la Patria ha recompensado sus esfuerzos en pro de la justicia social. La Revolución Mexicana es como una madre amorosa y tan ciega como una de ellas.
Al hijo suyo que escoge para querer, lo quiere de veras, sin importarle ni el mérito que tenga ni la calidad de su inteligencia. En la repartición de riquezas a este señor le fue bien: tiene Mustang, criada y claxon.
Los personajes de Los relámpagos de agosto están animados por un espíritu pragmático que ha orillado a más de un crítico a relacionar la novela con la picaresca. En todo caso, este espíritu pragmático es un motivo familiar en la aproximación de Ibargüengoitia a las costumbres del régimen revolucionario.
Contra lo que pudiera pensarse, este personaje —que bien podría ser un descendiente del general Arroyo—, observa la situación no con júbilo, sino casi con pavor:.
Me cuesta medio millón de pesos. Doce mil pesos al mes que te dan, más las comisiones, suponte tú que llegues a No te dan coche ni gasolina. Para eso mejor me quedo en mi chamba. Muy cierto, pero hay otros que han salido sin nada. Se ha dicho que Ibargüengoitia satirizaría a los revolucionarios, a quienes encontraría execrables.
Cabe preguntarse si su intención no es más bien, en primer lugar, subrayar el absurdo de la textualización de la revolución. En este artículo, publicado en , Ibargüengoitia imagina una anécdota inocente en apariencia que le permita subrayar hasta qué punto la tan cacareada Revolución mexicana no deja de ser una confusa guerra civil cuya narrativa posterior sirvió sobre todo a los intereses de un partido surgido de ella que buscó a toda costa limar todas las asperezas pasadas, aunque de paso se limaran los discursos.
A continuación, el narrador comenta con sorna:. Esta es la parte fácil. Lo que cuesta más trabajo explicar es cómo, siendo bueno, luchó en contra de Madero, que también era bueno, y de Carranza, que también lo fue; y cómo siendo bueno, murió a consecuencia de una intriga en la que, todo parece indicar, metió las manos don Pablo, otro buenazo que años antes había combatido al archivillano irredento de la Revolución: Victoriano Huerta.
Prueba de la maldad de este último es que ni siquiera le han hecho estatua. No se corrige a la historia cosa que sólo otro discurso historiográfico puede hacer, sino que se propone una interpretación alternativa. No es exagerado decir entonces que en Los relámpagos de agosto , Ibargüengoitia deconstruye humorísticamente los relatos relativos a la fase final de la revolución a partir de la parodia de los memorialistas.
La novela entonces puede enmarcarse en un cruce de caminos peculiar entre esta parodia textual, de un género más o menos específico, la ironía con la que se evalúa de modo distanciado el proceso histórico aludido y el humor que domina la intención global del discurso.
Varias de las revisiones críticas en torno a la novela han flirteado con la idea de leerla a la luz de la sátira. Se trata de una reducción crítica que habría que evitar si bien es explicable a causa de la enorme historia conceptual de las diferentes categorías estéticas y literarias ligadas a lo no-serio y cuyos límites entre sí son, o por lo menos parecen, difusos.
La novela no se anda por las ramas y ya desde el segundo capítulo pone los puntos sobre las íes a este respecto en un fragmento célebre en el que Arroyo y sus compinches deliberan sobre el modo más eficaz de proteger el legado de su difunto jefe González, cuyo cadáver aún está tibio. La camarilla cree que todo está bajo control ya que Valdivia, uno de ellos y ministro de Gobernación, será nombrado presidente interino.
Sin embargo, uno de los militares se da cuenta de que la algarabía general reposa sobre un error de interpretación de la constitución. La deliberación consecuente deja en claro que, para Arroyo y los suyos, tales minucias no son obstáculos válidos para sus ambiciones:. El Inciso N resultó tener un significado completamente diferente: cuando fallece el Presidente Electo, la Cámara nombra un Interino que tiene por función convocar a nuevas elecciones.
No sé cómo llegó a General de Brigada. Ahora bien, de la ironía a la sátira hay mucho trecho. Todo en el mundo posible de Los relámpagos de agosto es risible para el autor implícito, quien construye con ese objetivo un doble irónico de la historia de México y hasta del propio país, sembrado, de topónimos imaginarios que el autor ha escogido a partir de una sonoridad que invita a la sonrisa: Vieyra, Viey.
Y cuando esta distorsión humorística alcanza la política, Ibarguengoitia hace que el choteo alcance auténticas cumbres estéticas. En primer lugar, el país no es solemne, sino cínico, los solemnes son los personajes públicos que lo adornan.
Y a este respecto, Ibargüengoitia se supo mostrar mucho más claro en sus conceptos que muchos de los críticos que se acercaron a su obra. La lectura crítica de Ibargüengoitia es lúcida en grado sumo:. Según parece, el señor Ruffinelli concibe el humor como una especie de condimento que se agrega al estilo para hacerlo más paladeable.
Como el daltonismo, es algo que afecta permanentemente la visión del individuo, no unas gafas que uno se quita y pone a voluntad. Se trata, por lo menos como lo presenta García, de una caracterización muy vaga de los recursos de la picaresca, en la que podrían encajar todo tipo de discursos además de los picarescos.
Como parte de su revisión de la intertextualidad literaria de Los relámpagos de agosto , Domenella decide comentar en primer lugar los vínculos posibles con la picaresca o —como ella decide presentarlo con cautela— con el tipo del pícaro, pues la investigadora de la uam observa con lucidez que se trata de una valoración problemática si no se le toma con cautela y se le ponen ciertos límites:.
las novelas de Ibargüengoitia están separadas por varios siglos de los modelos ejemplares de esa escritura: El Lazarillo de Tormes […]; Guzmán de Alfarache […] y La vida del Buscón don Pablos, ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños […].
A nuestro juicio, esta comparación, si bien no carece de interés, no resulta ni completamente pertinente, ni esencial para la comprensión integral de la novela. El íncipit presenta, en efecto, algunas similitudes tanto formales la configuración del narrador en primera persona como temáticas.
Si bien los personajes recuperan ciertos motivos caros a los pícaros la fundamentación pragmática de sus actos, que en el caso del pícaro se concentra en la idea del medro , y cierta tendencia al libertinaje que Ibargüengoitia sugiere apenas aquí y allá , el discurso deja deliberadamente de lado otros aspectos importantes en la caracterización del tipo del pícaro, como son su agudeza, su ingenio, su astucia y su habilidad, sobre todo en lo que se refiere a acciones deshonestas Arroyo, Trenza, Canalejo y compañía serán muchas cosas, pero no ingeniosos y astutos.
Por fuerza ha de constatarse que, incluso si el íncipit del relato hace un guiño al género picaresco, el texto en su conjunto nunca entabla una relación sólida con el género y que los rasgos literarios y constitutivos de éste dejando de lado, obviamente, los aspectos histórico-sociales, como lo subraya Domenella nunca son dominantes en el discurso.
López Téllez— determinados eventos que después incorporará en su intriga. Ibargüengoitia retoma el evento, pero enriquece de modo notable su enunciación:.
Cuando digo jugada me refiero a la reunión de varias personas con el objeto de dedicarse a los juegos de azar. Y en ésas estaban, a la juegue y juegue, Anastasio Rodríguez, Juan Valdivia, Horacio Flores y algunos oficiales, en un carro comedor, cuando de buenas a primeras y sin decir agua va, les avientan una rociada de balas que rompió los vidrios y los hizo meterse debajo de las mesas.
De allí no atinaron a levantarse más que para ordenarle al maquinista de una locomotora, que pasaba arrastrando dos jaulas con un cargamento de marihuanos, que los enganchara y se los llevara para el Norte.
Los que dispararon esa descarga, ganaron la batalla más barata de la historia y nosotros perdimos seis mil hombres en una noche, la rica y populosa ciudad de Cuévano, y la de Apapátaro, porque Cenón Hurtado hizo al día siguiente una proclama diciendo que él estaba con Pérez H.
Ibargüengoitia identifica con lucidez el potencial irónico que encierra el lenguaje de los revolucionarios: al interiorizar lo que en los memorialistas es afectación y mal gusto, Los relámpagos de agosto reconfigura este lenguaje subordinándolo a su propia reconfiguración estética y haciendo de esta voz que en otras circunstancias hubiera sido ridícula una invitación a que el lector participe del distanciamiento irónico del texto y colabore en la interpretación humorística del texto.
Tomemos por ejemplo, el prefacio de los Apuntes autobiográficos de Alberto J. Pani, quien fuera ministro de Hacienda durante los gobiernos de Obregón y Calles, y que no era el miembro más ingenuo, discursivamente hablando, de la familia revolucionaria:.
Escribir la propia historia y reproducirla en un libro para que circule es vanidoso. Excluyo de tal juicio, a menos que muestre un visible propósito de autobombo, al funcionario responsable que no puede eludir las referencias a sí mismo sin incurrir en falsa modestia —que es el disfraz con que ocultan su vanidad los hipócritas— al cumplir con el deber democrático de informar al país sobre los actos oficiales en que directamente haya intervenido.
Menos aún pueden ser tachados de vanidosos los que emiten sus ideas con espíritu de cooperación patriótica y desprovistos de interés personal. Dentro de estos dos grupos me coloco […]. Evidentemente, la pretensión de la que Pani hace gala de manera tan manierista, pues la subraya al intentar evitarla, no tiene mayor eco estético.
Se concluirá esta parte comentando otro vínculo, quizás más implícito, entre Los relámpagos de agosto y nuestra literatura: la llamada Novela de la revolución o narrativa de tema revolucionario. Evidentemente, tengo presente la entrevista con Margarita García Flores, en la que Ibargüengoitia aseveró que la novela de la Revolución mexicana era un género que le interesaba muy poco, [67] pero sí creo que la naturaleza de los eventos tematizados en la novela nos obligan a dilucidar la cuestión.
La riqueza y la diversidad del corpus complican la tarea de delimitación crítica y cronológica de los diferentes discursos implicados. Aunque en parte cronológica, la división entre ambas etapas es también hermenéutica: en su inmensa mayoría, estas obras proponen una interpretación desencantada y pesimista de un proceso histórico que segó cerca de dos millones de víctimas.
Sin embargo, las instituciones culturales surgidas de la revolución terminaron adoptando estas mismas obras hasta transformarlas en una especie extraña de estandartes, como sucedió con los inmensos frescos del muralismo. Es preciso decir que la institucionalización del tema revolucionario en género literario a partir del marbete editorial se produjo en un momento de tremenda agitación de nuestra historia, en el que las instituciones culturales estaban urgidas de símbolos estéticos que les permitieran legitimar un acontecimiento histórico complicado, confuso y hasta cuestionable del que, sin embargo, habían surgido.
La novela de la revolución cumplía estos objetivos y, pese a su ideología tremendamente crítica, fue percibida como el reflejo literario del ser mexicano, lo que contribuyó a mitigar el subtexto crítico. Esta institucionalización tuvo su culminación con la publicación en España, entre y , de la antología La novela de la Revolución Mexicana , preparada por los críticos Antonio Castro Leal y Berta Gamboa de Camino.
Es a partir de la entrada de esta narrativa en el canon literario nacional que las distorsiones paródicas, como la de Los relámpagos de agosto , cobran sentido en el seno de nuestra tradición: al presentarnos un doble narrativo irónico de la narrativa de la revolución mexicana, mediante la parodia de los memorialistas, Los relámpagos de agosto da nuevo brillo al pesimismo de los Azuela , los Guzmán y compañía, poniendo el dedo en la llaga que, pese a la institucionalización de la revolución, seguía y sigue abierta.
Antes, la crítica se contextualizaba en una clave realista y trágica, como sucedía, por ejemplo, en Los de abajo , cuando Luis Cervantes pretende embellecer su mezquindad con ropajes más nobles:.
Usted, hombre modesto y sin ambiciones, no quiere ver el importantísimo papel que le toca en esta revolución. Mentira que usted ande aquí por don Mónico, el cacique; usted se ha levantado contra el caciquismo que asola toda la nación. Somos elementos de un gran movimiento social que tiene que concluir por el engrandecimiento de nuestra patria.
Somos instrumentos del destino para la reivindicación de los sagrados derechos del pueblo. No peleamos por derrocar a un asesino miserable, sino contra la tiranía misma. Eso es lo que se llama luchar por principios, tener ideales.
Por ellos luchan Villa, Natera, Carranza; por ellos estamos luchando nosotros. María Elvira Buelma Serrano coord. Compilación de anécdotas , México, D. Vicente Leñero, Los pasos de Jorge Ibargüengoiti a, México, D. Ibargüengoitia, Instrucciones…, p. Posteriormente, una vez que Scherer fue obligado a abandonar Excélsior, y sus colaboradores con él, Ibargüengoitia continuaría sus artículos y columnas en Proceso y en Vuelta.
Esta suma de escritos fue antologada en diversos volúmenes, tanto en vida de Ibargüengoitia fue el propio autor quien compiló y retrabajó los artículos que forman parte de Viajes en la América ignota y Sálvese quien pueda como de manera póstuma Autopsias rápidas, Instrucciones para vivir en México y la Casa de usted y otros viajes , compilados por Guillermo Sheridan, e Ideas en venta, Misterios de la vida diaria y ¿Olvida usted su equipaje?
Si bien puede parecer un tema superfluo, y, claro está, rebasa los límites de este artículo, creo importante mencionar que, en mi opinión, la crítica relativa este corpus específico ganaría en operatividad aclarando la denominación genérica de estos textos.
Huelga decir que los artículos y crónicas de Ibargüengoitia no corresponden a esta definición, cuyo uso sólo termina confundiendo y embrollando los géneros. Sin embargo, es evidente que, en este caso, las condiciones de publicación diaria, semanal, quincenal, etc.
no deben soslayarse, pues son a la vez condiciones de producción que determinan aspectos como una cadencia de escritura, un conjunto de temas y motivos explorados, una estructura base, un ritmo de exposición, etc.
Escribir a plazo fijo. Olvidarse de la fruslería de la inspiración y ponerse a redactar con ella o sin ella, que al fin y al cabo sale sobrando. Jorge Ibargüengoitia, Viajes en la América ignota , México, D.
Jorge Portilla, Fenomenología del relajo , México, D. de Pilar Hernández Cobos, en María Christen Florencia et al. Martha Elena Munguía Zataraín, La risa en la literatura mexicana.
Apuntes de poética , México, D. Ibargüengoitia, El Atentado-Los relámpagos…, op. Padilla eds. Una aproximación pragmática a la ironía , Frankfurt am Main, P. Lang, , p. Jorge Ibargüengoitia, Ideas en venta , comp. de Aline Davidoff, México, D. Ana Rosa Domenella, Jorge Ibargüengoitia: ironía, humor y grotesco.
Jorge Ibargüengoitia, El Atentado-Los relámpagos… , op. Alberto J. Pani, Apuntes autobiográficos , México, D. Jorge Ibargüengoitia, El Atentado-Los relámpagos Mariano Azuela y Martín Luis Guzmán, Dos novelas de la Revolución: Los de abajo-La sombra del caudillo , pról.
y notas de Francisco Monterde, México, D. Ibargüengoitia, El Atentado-Los relámpagos… , p. en la Colección Archivos y que completará con tino lo que aquí se pueda esbozar , comenta una verdad paradójica: pese a ser un autor muy leído, ni Ibargüengoitia ni Los relámpagos de agosto gozan de una crítica rica ni mucho menos enteramente pertinente.
Entre la repetición de los lugares comunes y la postulación de hipótesis en relación a procesos más amplios, la crítica no ha sido muy rica respecto a la escritura de Ibargüengoitia. Poco a poco los primeros comentarios se convirtieron en juicios recurrentes y las referencias exploratorias en criterios aceptados.
El tópico humorístico sirvió para comprenderlo, pero usado sin freno [y, añadiré, con más frivolidad que reflexión] ha contribuido a mutilarlo.
El nacionalismo impulsado por el Partido Único hacia borrosa la frontera entre la patria y sus instituciones de modo que criticar las segundas muchas veces equivalía a hacer lo mismo con la primera.
Pero, sin lugar a dudas, la principal fuente de interpretaciones superficiales, la constituyó el pobre concepto en que la crítica literaria mexicana ha mantenido al humor. Ha escrito una novela sólo para divertirse.
El paso del tiempo fue modificando poco a poco la valoración crítica en torno a Los relámpagos de agosto : a ello contribuyeron las múltiples lecturas y relecturas de la obra, la madurez que fueron adquiriendo las reflexiones en torno a las complejas relaciones entre humor, ironía, sátira y parodia y, finalmente, la progresiva tendencia al cuestionamiento del proceso revolucionario y de la pertinencia de su régimen.
En este texto, Domenella comentaba con detalle el funcionamiento de la ironía literaria, la cual se fundamenta en la tensión generada por el contraste entre los dos narradores desdoblados: por un lado, Arroyo, la víctima y, por el otro, el ironista, a quien se identifica, acaso de manera muy rápida, como Jorge Ibargüengoitia , sin diferenciar entre el personaje así instaurado en la trama desde el Prólogo y el autor empírico.
No rescata nada. No se queda con nada. El cambio de siglo trajo consigo una serie de estudios que contribuyeron grandemente a profundizar y dotar de seriedad las reflexiones críticas en torno a Los relámpagos de agosto.
En lo que concierne a Los relámpagos de agosto , estas técnicas determinan, para empezar, la velocidad de la exposición y la evolución del relato, pues, como se recordará, la calidad retrospectiva de la narración de Arroyo le hace posible graduar la información que proporciona y alimentar el interés de su lector, aumentando el suspenso a partir de la dosificación de menciones de carácter proléptico.
Los recursos del género policiaco serían así el procedimiento mediante el cual Ibargüengoitia se granjea la complicidad de su lector y, al mismo tiempo, el vínculo que liga la narrativa ibargüengoitiana a la tradición mexicana posterior. Fourez emprende así una exploración exhaustiva de la obra de Ibargüengoitia a la luz de un completo catálogo de motivos y temas policiacos, a menudo distorsionados de manera humorística por Ibargüengoitia , que renuevan por completo la mirada crítica que se suele tener sobre la obra del guanajuatense.
Uno de los últimos estudios de largo aliento sobre la obra de Ibargüengoitia de los que tengamos noticia es La historia como ironía. Ibargüengoitia como historiador de Juan Campesino Universidad de Guanajuato, Se trata de un libro de claro interés, puesto que es el primer estudio del tema histórico en toda la obra de Ibargüengoitia , abarcando dos obras de teatro El atentado y La conspiración vendida y dos novelas Los relámpagos de agosto y Los pasos de López.
En el caso de Los relámpagos Se trata de una noción fuertemente influida por la lingüística y el análisis del discurso fuentes: Sperber y Wilson, D. Una de las tales formas sería la proclamación por parte del texto de un error clamoroso como algo verdadero.
La adopción a pies juntillas de esta idea por parte de Campesino , termina por complicarle la vida: en Los relámpagos de agosto , Marcos González muere de una apoplejía dejando en la estacada a sus partidarios; el equivalente historiográfico de González, Álvaro Obregón, muere asesinado por los cristeros en la Bombilla.
Los objetivos paródicos de Los relámpagos de agosto constituyen el eje de dos aportaciones, no por breves menos interesantes, a la crítica de la obra.
En orden cronológicamente inverso, se citará primero el importante estudio La risa en la literatura mexicana. Apuntes de poética de Martha Elena Munguía Iberoamericana-Bonilla Artigas, Propuesta de relectura de nuestra tradición literaria a la luz de la risa, estaba claro que Munguía debía interesarse por Los relámpagos de agosto , contextualizándola así dentro de una visión insólita y a la vez pertinente de nuestra literatura.
La discusión sobre la novela se enmarca en la reflexión sobre las orientaciones que ha tomado la parodia y, sobre todo, el modo en que ésta genera e introduce la risa, la irreverencia y la subversión.
En el caso de Los relámpagos… , la parodia corroe con innegable sentido lúdico toda la narrativa relativa a la Revolución mexicana, pero también un discurso mucho más implícito que es el del poder político, creador o beneficiario de este género literario:. Casi no hay discursividad sobre la Revolución Mexicana que quede intocada en esta novela: formas, géneros, tonos y horizontes de enunciación han sido sometidos a un doble paródico que no deja nada en pie.
Si bien es posible reconocer algunos textos fundamentales como fuente de la parodia […] es innegable que detrás de Los relámpagos de agosto está prácticamente toda la narrativa que relató las hazañas guerreras de los caudillos revolucionarios.
La conclusión de Estève viene a añadir un buen número de granos de arena a la caracterización deficiente del narrador personaje Arroyo. El análisis discursivo muestra que sus compinches son pragmáticos antes que dogmáticos, pero que, al mismo tiempo, Arroyo es un personaje distanciado de cualquier razonamiento pragmático y rebasado por un mundo práctico que es incapaz de controlar, incapacidad que el discurso gusta de evidenciar.
Estève proporciona un ejemplo elocuente:. En una lógica puramente transaccional, el superior le paga el favor.
Pero ese pretendido cálculo, una apuesta sobre lo real, no es nada más que la recuperación por parte del personaje de una casualidad milagrosa. La recuperación es pues retrospectiva y discursiva.
Y todo el resto del discurso concuerda con esto. Se trata de una pertinente revisión de la manera en que Ibargüengoitia cuestiona y deconstruye la retórica revolucionaria o, más precisamente, la enunciación de la historia oficial. Sin embargo, como justamente lo plantea Munguía , una concepción del humor que rescate el valor reflexivo y las posibilidades críticas de la risa, asumida como visión de mundo distanciada y a la vez inclusiva, encontrará no pocas zonas de la literatura mexicana que poner en relieve y valorar en su justa medida.
Inconscientemente, se piensa que de este modo la crítica logra llevar al discurso en cuestión hasta un fin elevado, cuando, en realidad, no sólo se pierde de vista el carácter propio del discurso estético, sino que, además, se le abaja, más o menos como Antonin Artaud juzgaba que André Breton había abajado el Surrealismo al integrarse al Partido Comunista y exigir a sus cofrades, so pena de excomunión por parte del Papa Negro, que hicieran lo mismo.
De manera semejante, ¿por qué no revirar aquel postulado y proponer así una amplificatio ad risum de la ironía? No serán esta entrada de la Enciclopedia donde la idea se llevará a sus últimas consecuencias, por desgracia, pero valga esta consideración como un deseo y una pista para futuras exploraciones al respecto al tiempo que como un homenaje a Jorge Ibargüengoitia , cuya obra evoca pertinentemente esta reflexión.
Marta Portal, El proceso narrativo de la Revolución Mexicana , Madrid, Ediciones de Cultura Hispánica, , p. Edmundo Desnoes, Apud G. Santillán, art. Ana Rosa Domenella, Jorge Ibargüengoitia: la transgresión por la ironía , México, D.
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